Hablar en público

Mañana comienzo a hacer un curso sobre Public Speaking – Técnicas para hablar en público-. Me apunté porque aunque ya no tengo tanto miedo  a hablar en público como solía, sí que es verdad que a veces, por nervios, o por X, las charlas no salen tan bien como deberían: a veces hablo demasiado rápido, o demasiado bajito, o las dos cosas a la vez.  Además de que el curso está organizado por la empresa y eso siempre es un plus (no tengo que moverme al otro lado de la ciudad), la retórica ha sido una habilidad en la que siempre he estado interesada y que encuentro extremadamente útil en el mundo de hoy en día (Entrevistas, negociaciones, presentaciones…). 

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Este curso en particular me lo ha recomendado una compañera de trabajo, así que confío en su criterio. Se trata de un curso que aborda las técnicas de hablar en público tanto desde un punto de vista teórico como práctico. Todas las semanas tendremos tareas en las que nos pedirán que elaboramos un texto para reproducir en frente de la clase la semana siguiente. Y cada semana tendremos que tener en cuenta unos puntos concretos: Una semana, tendremos que centrarnos en hablar bien alto, otra semana, en exponer un tema por medio de listas, otra semana, en hablar  y movernos por la habitación al mismo tiempo etc etc.

Yo tengo la seguridad de que está en nuestras manos mejorar aquellas habilidades que puedan dársenos peor. Si hay algo de ti que te gustaría mejorar, te animo a que lo intentes. Las cosas que se nos dan mal  por falta de práctica, o formación, no porque «seamos así». Y todo, absolutamente todo, puede mejorarse, da igual la edad que tengas. Por supuesto, si no lo intentas, no vas a mejorar por arte de magia. ¡Da el primer paso!

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Suerte versus esfuerzo.

Cuando las cosas te van bien, es difícil distinguir qué cosas se han conseguido con esfuerzo  y qué cosas han venido de pura suerte. A mí me gusta pensar que sin el esfuerzo invertido, los golpes de suerte no hubieran tenido un efecto tan positivo en mi vida, no hubiera estado preparada. Como dije en el post anterior, muchas veces  lo que uno piensa se acaba convirtiendo en realidad, y en este caso, ésa sería una realidad que en la que me gusta pensar. Es mi placebo para la vida.

Lo cierto es que no me gusta pensar en la suerte porque me hace sentir que no tengo control sobre mi vida. No me gusta escuchar «Qué suerte que tuviste, que te han cogido para el trabajo», por que yo sé lo duro que preparé la entrevista y el esfuerzo de haber estado poniéndome en contacto durante meses con otras mil empresas que no contestaron, hasta que por fin un número desconocido llamó a mi teléfono y me susurró al oido que sí, que me habían aceptado.

No me sentí afortunada, me sentí valorada.

Somos los hacedores de nuestro propio futuro.

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